Más de siete mil escolares ciegos estudian en centros ordinarios gracias a la ayuda de docentes especializados.
Profesores para vencer las barreras.
Carmen escucha con
atención desde la primera
fila. Necesita
dos pupitres porque,
además de los libros
de texto que también usan sus
compañeros de primero de ESO
en el colegio madrileño de Nuestra
Señora de la Consolación, ha
de tener espacio para un miniordenador
de braille hablado, una telelupa,
una máquina de escribir especial...
y su profesora de apoyo. Pocas
diferencias más la distinguen
de cualquier otra aula. Al igual que
Carmen, casi 7.500 estudiantes
con discapacidad visual van al colegio
este curso, en su inmensa mayoría
(97,5%), integrados en centros
ordinarios junto al resto de los
niños de su edad.
Su profesora de apoyo, Josefina
Yago, forma parte de uno de los
treinta equipos multidisciplinares
que funcionan en España gracias a
convenios entre las distintas comunidades
autónomas y la ONCE.
Ella es la encargada de hacer de
puente entre el centro educativo y
Carmen, de 11 años –y otros cuatro
alumnos ciegos o con una agudeza
visual muy reducida que estudian
en este colegio–, y sus familias. Está
presente en parte de las clases
para ayudarle a seguir la lección o
transcribe del braille sus ejercicios
y los exámenes, con el fin de que
los profesores puedan corregirlos
y evaluarlos sin problema. Todo
para que la integración de pequeños
con discapacidad visual, desde
la escuela infantil hasta la selectividad,
sea lo más fácil posible.
Junto a los psicólogos, pedagogos,
trabajadores sociales y otros
especialistas del equipo, el profesor
de apoyo evalúa las necesidades
del alumno y decide de qué manera
cada uno debe ir ganando independencia
en el colegio y, por
ende, en la vida cotidiana. Son
ellos los que aconsejan también si
un pequeño ha de integrarse o no
en un colegio ordinario. Una vez
dado el visto bueno, hablan con los
profesores y los compañeros de clase
para explicar la llegada del nuevo
alumno y acompañan a éste al
colegio, antes de que comiencen
las clases, para que pueda familiarizarse
con el recinto y no tenga que
depender de nadie en sus desplazamientos.
Yago ayuda a sus alumnos a
adaptarse a las exigencias escolares
que se presentan con cada curso:
ahora está enseñando a Carmen cómo pasar al braille con su
máquina Perkins (para un lego en
la materia, un aparato que parece
una mezcla de máquina de escribir
y de taquigrafía) los acentos distintos
del castellano que se emplean
en francés, para que pueda tomar
apuntes y hacer los ejercicios correspondientes.
A Carmen, que tiene una agudeza
visual muy escasa, le gusta sobre
todo historia y geografía. Con
los libros de texto recién estrenados
en las manos, recuerda cómo
se divirtió este verano en Irlanda
durante la estancia de quince días
organizada por el colegio y cómo
se empeñó en la Bretaña en hablar
en inglés “porque todavía no domino
el francés lo suficiente”. Ahora,
cuando acaban las clases, se va a
un centro de la ONCE, donde practica
natación, atletismo y participa
en un taller de teatro. Le queda
tiempo para seguir con sus estudios
de piano y soñar con participar
en los Paralímpicos del 2012.
La integración de este tipo de estudiantes
requiere obviamente hacer
un esfuerzo en medios, aseguran
los especialistas. “Pero también
es necesario emplear muchas
ganas”, apostilla Yago.
Después de más de veinte años
de experiencia, la profesora de apoyo
de Carmen se enorgullece de
mantener el contacto con los pequeños
a los que ha acompañado a
lo largo de sus estudios. Con buena
parte de ellos, se reúne al menos
una vez al año. “El momento
más emocionante es cuando contemplo
cómo llegan a la universidad
para hacer la selectividad, a pesar
de que signifique que mevayan
a dejar”. Repasa con orgullo los casos
de aquellos que han superado
todas las barreras hasta llegar a la
universidad, un reto todavía inalcanzable
para muchas personas
con discapacidad. “Tengo dos periodistas,
varios abogados, dos chicas
que están acabando psicopedagogía...”.
Aunque lo que le preocupa
este curso es que Carmen supere
dibujo técnico y consiga ir sola
desde su casa hasta el colegio.
Una maestra de
apoyo revela que se
emociona cuando los
alumnos la dejan
al ir a la universidad
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